La vida me ha llevado innumerables veces ante la muerte, cada día para ser exacto.
Muero con el llanto de un niño hambriento,
con la imagen de un perro enjaulado,
con la historia de un hombre sin techo,
con la visión de un libro maltratado,
con la indiferencia ciudadana,
con el abandono de uno mismo,
con la cultura menospreciada.
Y puedo asegurar que no hay muerte peor, sin embargo estas son solo oportunidades para nacer de nuevo al despertarme cada día,
volver a creer,
llenarme de aire,
de lucha,
de esperanza,
y salir a ganarle la partida al tiempo,
al mundo,
al miedo.